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la poderosa guitarra cómplice de José Luis Montón se une a la única voz del Lazarillo de Tormes, representado por Antonio Campos, escenificando la clase baja y vagabunda de una época. Un antihéroe pregonero y astuto, un pícaro que pasando de amo en amo sufrirá la hambruna del pobre Siglo de Oro.

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Afortunadamente y a pesar de todo, una vez pudo conseguir una vida más llevadera, es en ese momento de su vida donde Lázaro resume su visión de la realidad, y se presenta como un insignificante “don nadie”. Se manifiestan ecos jondos donde el Siglo de Oro y la actualidad se dan la mano a través del humor y la ironía que rezuma del propio texto acentuándolo con toques de bulerías, fandangos o soleares.